Love Letter to Portland

July/August 2016 | view this story as a .pdf

By the crew of El Galeón

Love-Letter-JA16We were delighted to welcome the 16th-century-galleon replica El Galeón to our wharves recently. As it turns out, the feeling is mutual. We received a touching testimonial from the ship’s crew, loosely interpreted by an online translation tool–with its own happy accidents. here is the original version of the letter in Spanish:

“Desde el momento del atraque nos sentimos como en casa”. Esa fueron las palabras exactas de Xavi Canals, primer oficial  del barco y uno de los miembros de la tripulación consultados para redactar estas breves pero sinceras palabras. Nosotros, almas errantes, estamos acostumbrados a movernos por muchas ciudades, tanto grandes como pequeñas, y siempre, durante un tiempo no superior a 4 ó 5 días. En Portland sin embargo, estuvimos 12 días, y eso, da para mucho.

Desde el principio recibimos una atención excelente por parte de los organizadores como de la vecinos. Éstos primeros dándonos todas las facilidades para hacernos con una ciudad nueva para nosotros y de tamaño considerable. Los segundos, tratándonos como sus propios vecinos a la vez que mostraban un interés increíble por nuestra casa, o como la gente suele llamarlo, El Galeón.

Tantas historias como tripulantes… Salir a conocer la ciudad, disfrutar de los conciertos del festival del viejo puerto, salir de fiesta, incluso, algún marinero encontró novia, aunque para desgracia de ambos, fue un romance pasajero.  Y como no, comer langosta, mucha.

Estábamos rodeados de lugares para pasarlo bien y a un paso de una zona muy animada, y así lo pasamos, tan bien, que solo recordamos el nombre del pub irlandés junto al muelle y porque pasábamos todos los días, el Ri Rá. También disfrutamos de una pequeña visita guiada a la fábrica de Sea dog, dónde probamos diferentes tipos de cerveza y aprendimos un poco más sobre los procesos de esta milenaria bebida.

Uno de los mejores momentos resultó ser una invitación que recibimos para disfrutar de un partido del equipo local de baseball, los “Sea Dog”. Pudimos disfrutarlo desde un palco VIP del estadio como auténticos aficionados a este arraigado deporte, por lo que la experiencia fue una auténtica pasada. Tampoco queremos olvidarnos de nuestros vecinos de enfrente, los chicos de Mussel Island,  quienes varios días nos pusieron en la mesa una gran diversidad de productos frescos,  y cuyo dueño era todo un personaje.

En definitiva, lo pasamos muy bien en una ciudad predispuesta a recibirnos con los brazos abiertos. La única pena, si es que la hubo, fue el no poder quedarnos más tiempo, pero como me decía mi madre de pequeño, disfruta al máximo de lo bueno porque siempre hay poco. “

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